jueves, 10 de octubre de 2019

La sociedad del individualismo


La cultura de la vulgaridad en actualidad

La sociedad del individualismo

Los  usos  y  representaciones sociales  están  ya  presentes  en  las matrices tecnológicas. Las transformaciones sociales, en la familia y la empresa sobre todo, prefiguran así los usos de las Tecnologías de  la  Información  y  la  Comunicación  y,  a  su  vez,  acentúan  la sociedad del individualismo conectado. Patrice Flichy

No  es  sorprendente  que  en  el  siglo  XIX,  cuando  estas  tendencias llegaron a ser claramente visibles por primera vez, la crítica a la centralización llegó a ser una de las preocupaciones principales de los filósofos individualistas.  Esta  oposición  se  ve  particularmente  resaltada  en  las  obras  de los  dos  grandes  historiadores  que  escogí  antes  como  los  más  importantes representantes del verdadero individualismo en el siglo XIX, De Tocqueville  y  Lord  Acton;  y  encuentra  expresión  en  las  profundas  simpatías  de ambos  por  los  países  pequeños  y  por  la  organización  federal  de  amplias unidades. Ahora existen mejores razones para pensar que los países pequeños  pueden  dentro  de  poco  llegar  a  ser  los  últimos  oasis  que  preservarán una sociedad libre. Puede ser ya demasiado tarde para detener el curso fatal de  la  progresiva  centralización  en  los  países  más  grandes,  que  están  encaminados a producir aquellas sociedades de masas en las cuales el despotismo  finalmente  viene  a  aparecer  como  la  única  salvación.  Si  los  países  pequeños logran escapar, dependerá en definitiva de su inmunidad al veneno del  nacionalismo,  el  cual  es  una  inducción  y  un  resultado  de  aquel  mismo esfuerzo  por  lograr  una  sociedad  conscientemente  organizada  desde  las altas esferas.
La actitud del individualismo hacia el nacionalismo, que intelectualmente es sólo un hermano gemelo del socialismo, merecería una discusión especial.  Aquí  sólo  puedo  señalar  que  la  diferencia  fundamental  entre  lo que en el siglo XIX era considerado liberalismo en el mundo de habla inglesa y lo que se entendía por tal en el continente europeo, está estrechamente conectado  con  su  descendencia  del  verdadero  individualismo  y  el  falso individualismo  racionalista,  respectivamente.  Era  sólo  el  liberalismo  en  el sentido inglés el que generalmente se oponía a la centralización, al nacionalismo y al socialismo, mientras el liberalismo generalizado en Europa favorecía  a  los  tres.  Sin  embargo,  debería  agregar  que,  en  éste  como  en  muchos otros aspectos, John Stuart Mill, y el posterior liberalismo inglés derivado de él, pertenece al menos tanto a la tradición europea como a la inglesa; y no  conozco  discusión  más  esclarecedora  acerca  de  estas  diferencias  básicas  que  la  crítica  de  Lord  Acton  acerca  de  las  concesiones  que  Mill  había hecho a las tendencias nacionalistas del liberalismo europeo.

Podríamos seguir discutiendo durante mucho tiempo acerca de otras diferencias  que  separan  las  dos  corrientes  de  pensamiento  las  que,  a  pesar de  llevar  el  mismo  nombre,  están  divididas  por  principios  fundamentales opuestos.  Pero  no  me  debo  permitir  apartarme  demasiado  de  la  tarea  de buscar  la  fuente  de  la  confusión  que  ha  resultado  de  esto  y  de  demostrar que  existe  una  tradición  coherente,  se  esté  o  no  de  acuerdo  conmigo,  de “verdadero”  individualismo,  que  es  en  todo  caso  la  única  clase  de  individualismo que estoy preparado para defender y que, en realidad, creo, es el único  que  puede  defenderse  de  manera  consistente.  De  modo  que,  permítanme volver, para concluir, a lo que dije al comienzo: la actitud fundamental del  verdadero  individualismo  es  la  humildad  hacia  los  procesos  mediante los  cuales  la  humanidad  ha  logrado  cosas  que  no  han  sido  concebidas  ni entendidas por ningún individuo y que son en realidad más grandes que las mentes individuales. La gran pregunta en este momento es si a la mente del hombre se le permitirá continuar creciendo como parte de este proceso o si la razón humana se va a poner sus propias ataduras.
Lo que el individualismo no enseña es que la sociedad es más grande que el individuo sólo en cuanto ella sea libre. En tanto esté controlada o dirigida, queda limitada a los poderes de mentes individuales que la controlan o la dirigen. Si la arrogancia de la mente moderna, que no respeta nada que no esté conscientemente controlado por la razón individual, no aprende a detenerse a tiempo, podemos, como nos lo advirtió Edmund Burke, “estar muy seguros de que todo alrededor nuestro disminuirá gradualmente, hasta que  finalmente  nuestras  preocupaciones  se  contraigan  hasta  alcanzar  las dimensiones de nuestras mentes”

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