Análisis de
“La Civilización del Espectáculo”
Mario Vargas Llosa en
su ensayo denuncia, en cierto modo, la degradación de la palabra CULTURA. Analiza
algunos de los ensayos contemporáneos más resaltantes donde se debate precisamente
sobre la crisis que atraviesa la cultura de nuestra época.
Se basa en el modelo de T. S. Eliot de una cultura
estructurada en tres instancias (individuo, grupo élite y la sociedad en su
conjunto), para argumentar como la búsqueda de democratizar la cultura sólo puede
empobrecerla y hacerla cada vez más superficial.
También analiza la contraparte de la evolución cultural
mediante el ensayo contestatario de G. Steiner que responde a Eliot,
escandalizado porque éste omitiera en su trabajo las causas y efectos de la Segunda
Guerra Mundial. A través de sus reflexiones Steiner pretende colmar el vacío
del estudio de Eliot; así, Vargas Llosa añade a su análisis lo que Steiner afirma «Me parece irresponsable toda teoría de la cultura […] que no tenga
como eje la consideración de los modos de terror que acarrearon la muerte por
obra de la guerra, del hambre y de las matanzas deliberadas de unos setenta
millones de seres humanos muertos en Europa y Rusia entre el comienzo de la
Primera Guerra Mundial y el fin de la Segunda».
Y refiriéndose a la religión, considera que todo gran arte
nace de una aspiración a la trascendencia, a la búsqueda de ese ideal de deidad
que todo ser liga a su vida. Aquí explica como la creación de un solo dios a
empezado a limitar esa búsqueda encuentro con la idea individual de la
divinidad, lo cual con el tiempo ha
llevado a grandes disputas y guerras por el domino de su dios en la tierra... «La posmodernidad ha destruido el mito de
que las humanidades humanizan», y la educación liberal no ha garantizado el
progreso, la paz, la libertad ni la igualdad en las democracias modernas.
Steiner se había referido al discurso hablado y escrito como columna vertebral
de la conciencia cultural, la cual ha pasado a subordinarse ante la imagen.
El tercer ensayo del que viene a ocuparse el escritor
peruano es poco anterior al ensayo de Steiner (1967), y se trata de La Société du Spectacle, de Guy Debord,
para quien el espectáculo es lo que Marx llama «alienación». Para Debord, la
alienación ha copado la vida social en la sociedad industrial moderna en la que
ha triunfado el capitalismo. La vida ya no se vive, más bien se representa y el
consumidor real se convierte en consumidor de ilusiones.
Otros ensayos de la
cultura actual que Vargas Llosa escoge para su libro son el de G. Lipovetsky y
J. Serroy, La cultura-mundo.
Respuesta a una sociedad desorientada sensible a una cultura global, que
gracias al consumismo, la científica y tecnológica han derrumbado fronteras. La
cultura ha dejado de ser «elitista,
erudita y excluyente y se ha convertido en una genuina “cultura de masas”».
Lo que busca esta cultura es divertir, y atontar con el predominio de la imagen
y el sonido sobre la palabra, y ese proceso se ha acelerado con la
universalización de Internet. Vargas Llosa expresa su desacuerdo con algunos de
los puntos expuestos por Lipovetsky y Serroy que le parecen discutibles, como
que esta cultura-mundo ha desarrollado un individualismo a nivel planetario;
para Vargas Llosa, lo que hace esta cultura es más bien aborregar al individuo y hacerlo reaccionar de manera gregaria. Ya
ir a museos o exposiciones artísticas no es ya una señal de alta cultura.
Vargas Llosa cierra el prólogo analizando el libro del
sociólogo F. Martel, Cultura Mainstream
(2011), en el cual la «cultura de entretenimiento», no se encuentras en las
humanidades en general, sino de películas, programas de televisión,
videojuegos, mangas, música rock, pop, rap. Vargas Llosa contrapone la cultura
del pasado con el entretenimiento de hoy. La «cultura» es hoy diversión, y lo
que no es divertido resulta no ser cultura; lo que vende es bueno, y lo que no
conquista al público es malo; el mercado fija hoy el único valor.
Después de tan despertadora introduccion Vargas Llosa se
concentra en la civilización del
espectáculo de la que hoy formamos parte: un mundo de entretenimiento en el
que la diversión tiene la primacía, se banaliza la cultura y el periodismo
difunde antes que información chisme y escándalo. Uno de los factores de esta
corriente es el bienestar y la libertad
de costumbres que alcanza Occidente tras el duro período de posguerra, y el
crecimiento de la industria de la diversión, tan necesaria para olvidar los
estragos de esa etapa; otro factor es la democratización de la cultura que nace
de una voluntad altruista pero que termina trivializando la vida cultural
puesto que el objetivo es el de llegar al mayor número: cuestión de cantidad antes que de calidad.
Vargas Llosa se refiere a la literatura moderna: la light; la búsqueda de lecturas
fáciles no ayuda a la creación de obras
que exijan esfuerzos intelectuales. Apunta cómo los modistos tienen hoy el
protagonismo que tenían antes científicos y filósofos y cómo las estrellas de la
televisión y los futbolistas tienen la influencia en los gustos y las
costumbres que antes tenían los pensadores y teólogos. Los deportes se han
alejado del cultivo del cuerpo y del espíritu y hoy. Advierte que paralelo al
fenómeno de masificación el consumo, antes marginal y reducido, de
estupefacientes, muchas veces propio de círculos bohemios y artistas, se ha
extendido, y poco tiene que ver con la rebeldía contra las normas establecidas
sino más bien responde a la búsqueda del placer a la par que de una escapatoria
de preocupaciones y responsabilidades.
En cuanto a la religión en Occidente, ésta ha sido remplazada en apariencia por el laicismo
porque las sectas y las prácticas alternativas de diversos cultos se desplazan a
travez de todo el planeta está reemplazando a la iglesia. El ser humano no puede prescindir de la religión por la seguridad
de trascendencia y el sosiego que ésta procura, con la ciencia, la filosofía,
la literatura y las artes.
En la política, son más las personas ajenas a la política
que llegan al poder gracias a su presencia mediática; han eclipsado el lugar
que habían ocupado los «intelectuales»; y su intervención en la vida política
de hoy no tiene repercusiones. Vargas Llosa considera la simpatía de las
“antiguas” generaciones de intelectuales con regímenes totalitarios ha permitido
este cambio de roles.
En cuanto al sexo, la liberación de antiguos prejuicios y
tabúes de carácter religioso ha propiciado la banalización del acto sexual, lo
cual no ha podido acabar con los crímenes sexuales sino todo lo contrario. El acto
sexual para el autor es una obra de arte, pero esta concepción cabe dentro de
un contexto de refinada sensibilidad y
no cabe en uno de sexo fácil, el cual impregna las generaciones actuales.
El periodismo en la civilización del espectáculo se revela la búsqueda del entretenimiento informativo, de
modo que la prensa que conquista grandes públicos no es la seria y de rigor,
sino la que se ocupa del chisme, de la vida privada y de la catástrofe.
Vargas Llosa revisa los diferentes significados del término
«cultura» en el pasado: a veces ligado a la religión; otras, a la filosofía o
al derecho; otras, a la literatura y las artes; y posteriormente, a los
descubrimientos científicos. A pesar de que el impulso no fuera idéntico, la
cultura siempre había significado un conjunto de disciplinas basadas en
ideales, valores y conocimientos. Hoy, sin embargo, la noción de cultura se ha
extendido tanto que Vargas Llosa suelta la pregunta: ¿quién es culto donde todos creen serlo?
La educación está en una constante crisis, para Vargas Llosa
la resignación de los profesores ante los cambios impuestos ha desprestigiado
la Enseñanza. El prestigio de los maestros desaparece, al igual que las figuras
políticas y culturales al ser confundidos como represores. Así, la escuela
pública se ha empobrecido y ha puesto en manos de la enseñanza privada la
formación de futuros líderes políticos y culturales.
Vargas Llosa también trata el tema del erotismo que, como
las artes y la literatura, ha sido destruido por la civilización del
espectáculo: el sexo ha sido rebajado «a
lo puramente instintivo y natural», se ha acabado con la discreción y el
pudor en un contraste con las culturas totalitarias como la islámica. Vargas
Llosa define el erotismo como la desanimalización
del amor físico pero recuerda también, que lo erótico desligado del resto de actividades y funciones de la vida
del hombre, sucumbe en la monotonía y como se constata con Sade, acarrea
furiosa violencia.
La cultura y la política, son inevitables y necesarias en
una sociedad abierta, para una continua evaluación crítica del quehacer
político. Vargas Llosa trae a colación la dictadura del general Manuel
Apolinario en Perú. Se refiere a esta época para destacar cómo, establecido el
Estado de derecho en 1956, surge un grupo heterogéneo y crítico de personas con
ánimos de hacer política desde la oposición. Además, el avance tecnológico, en
lugar de haber democratizado la información, ha contribuido en despojar de respetabilidad y seriedad el quehacer
político. Vargas Llosa dice: «el
periodismo escandaloso es un perverso hijastro de la cultura de la libertad».
La piratería de música, películas y libros en Perú no sólo
goza de impunidad sino, en muchos casos, hasta de la protección de la policía...
Nada más irónico: la piratería bajo la
protección de «agentes de la ley»
El último apartado se refiere a la fuerza que ha cobrado el
islam, y la Iglesia católica y a las distintas prácticas que han revelado casos
de violación y pedofilia. El escándalo no ha mermado la influencia de la
Iglesia católica como tampoco ha impedido a la protestante interferir en la
enseñanza escolar estadounidense aboliendo en muchos Estados la teoría de
Darwin sobre la evolución.
Excluyendo la pregunta de si Dios existe o no, Vargas Llosa
se preocupa por la función de iglesias y religiones en la vida cultural. En el cristianismo, la Iglesia favoreció en
el Renacimiento el desarrollo de las artes y las letras, pero fue también
brutalmente represiva en el dominio de la investigación científica y para con
los sospechosos de heterodoxia.
Vargas Llosa promulga la necesaria preservación del
secularismo como «requisito indispensable
para la supervivencia y perfeccionamiento de la democracia» pero insiste
además en la necesidad de la coexistencia de laicismo y la prosperidad de una
vida espiritual para que una sociedad libre. No deja de mencionar la oposición
que ha mantenido la Iglesia católica contra el capitalismo y señala cómo el
mercado libre nos ha conducido a la degradación de la cultura, en la que
artistas mediocres «pero vistosos y
pirotécnicos diestros en la publicidad y la autopromoción [alcanzan] altísimas
cotas de popularidad». Sin embargo, afirma que el fracaso y las crisis del
sistema capitalista se deben también al
desplome de la estructura de carácter ético y el soporte moral que encarna la
vida religiosa, «la frivolidad
desarma moralmente a una cultura descreída». Vargas Llosa se opone a la
abolición de la enseñanza religiosa en los colegios pues esta es patrimonio de la educación de nuevas
generaciones y su exclusión llevaría a la frivolidad e ignorancia pero insiste
en que debe tratarse de una enseñanza religiosa objetiva y responsable en la
historia, la filosofía, el arte y la literatura.
Para finalizar el libro Vargas Llosa cita el discurso que
pronuncia al ganar el Premio de la Paz de los Editores y Libreros en 1996 en el
cual destaca tristemente, al igual que en este ensayo, como la cultura ha
tomado mecanismo de empobrecimiento social y que la búsqueda de nuevos métodos
de culturización solo la deterioran más en un mundo en que la profundización de
cualquier temas es contraproducente para una vida cada vez más acelerada.
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